REMASTERIZADO en Estudios DISCOLANDIA :CD-13363
LA PAZ - BOLIVIA
Sol Simiente Sur - (1978)
Grabado y Manufacturado por LYRA DISCOLANDIA :SLPL-13363
LA PAZ - BOLIVIA
El disco debut de Sol Simiente Sur que a la postre sería el único que el sexteto grabaría, ha pasado a la historia como uno de los testimonios más valiosos de la corriente neo folklore. Grabada en octubre de 1978.
Sol Simiente Sur el disco, es estrictamente instrumental; de ahí que se preste, precisamente, al análisis melomanófilo una y otra vez. Sol Simiente Sur, el grupo, ensayaría algo más de un año antes de presentarse oficialmente. La agrupación basaba gran parte de su sólido ensamblaje musical en el talento individual de cada uno de sus componentes, y en la contribución de cada uno de ellos para que el sonido final alcanzado denote la complementación idónea que finalmente los caracterizaría.
La destreza de Daniel Mendoza, en guitarra, y de Javier Ruiz, en charango. El virtuosismo único de Eduardo Ortiz, en la quena. El aporte de su tocayo de apellido Villarroel en flauta y pícolo.
El soporte vital de Marcel Ruiz, en el bajo, y Fernando Sanjinés 13, en batería y percusión. Ingredientes precisos e inseparables todos, que construían una estructura que, evaluada en retrospectiva, era más compleja de lo que originalmente se comprendió.
Si bien Daniel y Javier compartían las responsabilidades creativas para el material del grupo, los arreglos eran un esfuerzo mancomunado. De las nueve canciones originalmente incluidas en el disco de vinilo; dos eran de autoría de Daniel (“Cueca dulce” y “Continuando el camino”), mientras que otras cuatro eran de autoría conjunta ("Taquirari experimental para un amigo" y "Danza ritual de la coca" los temas que abrían los lados A y B en el redondo de plástico; más "Mama Phagjsi" y "Cochabamba"); "Invierno" es de Fernando Sanjinés y sólo una “Danza de los mineros”, es de autoría ajena (el conocido Alberto Ruiz, sin relación con Javier y Marcel). Si Ud. es amante de nuestro folklore y es también de aquellos exigentes que se entregan a la eventual fantasía musical en privado, ¿se avergonzaría de confesar las veces que se preguntó cuál hubiese sido el "techo" del grupo si éste no hubiese tenido una existencia tan breve?
Sol Simiente Sur está cargado de cualidades de todo orden. Incluso la secuencia de los temas en la época de vinilo, para los melómanos más jóvenes, este aspecto era crucial, respondía a un orden casi perfecto. "Danza ritual de la coca" iniciaba el lado A con Javier y Daniel presentando una de las mejores composiciones del disco. EI motivo melódico del tema es simple; y en las partes en las que Ia quena de Eduardo se suma a la reiteración de éste o cuando el charango de Javier ofrece variaciones del mismo, todo parece estar ideado para que la complementación con las punteadas de guitarra de Daniel resulte exacta. No hay una sola nota de más.
El bajo de Marcel hermano de Javier, marca el camino y sostiene la urgencia de "Invierno". Cabe reparar en el patrón rítmico de esta composición, único por constituirse en algo así como un huayño moderno. La guitarra de Mendoza explora tonalidades varias manipulando el tema central a su antojo y lo hace con propiedad absoluta. Aprecien, en la parte destinada al solo de guitarra, la complejidad del bajo, complementado por el bombo, las maracas y el desfalleciente charango. Ortiz agrega lo suyo entregándonos una leve variación de Ia melodía inicial.
El aire juguetón y festivo de "Cueca dulce" vuelve a resaltar la destreza interpretativa de Eduardo Ortiz, que interpreta unos tonos altos con increíble precisión. La "Danza de los mineros" está arraigada en lo más profundo de nuestras raíces musicales altiplánicas y exulta etnicidad a raudales. "Estudio en "La" Menor", por su parte, es un ejercicio más para Mendoza, que esta vez recibe la asistencia magnífica de Javier en cuatro y Eduardo Villarroel en un solo de pícolo.
El lado B del álbum de vinilo luego de la fantástica aventura musical ofrecida por el primero, nos tenía reservada una de las mejores composiciones que se hayan registrado fonográficamente en la historia de nuestro folklore: "Taquirari experimental para un amigo", dueña de una melodía absoluta capaz de conmover al más indiferente.
Daniel y Javier se complementan, una vez más, de manera ideal. Fernando ofrece varios trucos percusivos en la parte media antes de que la quena de Eduardo Ortiz nos transporte a las alturas celestiales de manera definitiva.
Hemos escuchado decir, repetidas veces, que los temas que inauguraban ambos lados en el disco de vinilo lanzado hace un cuarto de siglo justificaban, por si solos, la adquisición de éste. Nos parece una apreciación errada. Los invitamos a escuchar "Continuando el camino", "Cochabamba" y "Mama Phagjsi". Consultado al respecto, Fernando nos explica: “Mama Phagjsj” es uno de los temas más avanzados del disco. A una melodía intricada le sigue un solo de batería con una mezcla de jazz y sabor andino. Al medio del tema, la quena de Ortiz sugiere un desafío a la flauta traversa de Eduardo Villarroel, que concluye en un duelo amistoso que va y viene de un ritmo 6/8 a uno 3/4 y concluye en un segmento de música libre, tal vez uno de los temas más jazzísticos del disco. Luego del éxtasis vivido con "Taquirari experimental para un amigo" la inclusión de estos tres últimos en la secuencia original resulta más que acertada. Podríamos estar condicionados por la costumbre de haber escuchado cientos de veces una de las mejores grabaciones folklóricas de la historia y el sano entusiasmo que nos embarga cuando hablamos de ella; pero confiamos en su fino oído para comprobarlo.
No es mucho lo que sabemos de los integrantes del grupo posterior a la grabación de Sol Simiente Sur. Daniel se alejaría del país y establecería su residencia en San Francisco, California. En esa misma ciudad reside Fernando Sanjinés desde hace algunos años. Fernando a propósito, ocupa un lugar importante en los anales de nuestra música popular porque también había participado un par de años antes junto a Eduardo Ortiz, en la grabación de otra de las obras cumbre de nuestra música: Jazz a 4.000 metros de altura, el disco pionero de nuestro movimiento jazzero que tiene como figura estelar a ese eterno peregrino de nuestra música, Johnny González. En esa y esta grabación, Fernando se convertiría en uno de los primeros bateristas del país en grabar sendos solos de su instrumento. De Fernando sabemos que tiene, junto a su esposa Mary, una conocida Escuela de Samba en San Francisco, California: "Samba do Coração". Fernando también ha grabado varios discos en los últimos años; entre ellos, uno propio de percusión brasilera titulado Heartbeat of the Jaguar, que incluye un kantu y una saya con la participación especial del vientista Isaac López, del Grupo Aymara.
En cuanto a Javier, sabemos que emigro al país del Norte poco tiempo después del lanzamiento oficial de este disco, y que volvió al país casi una década después. En 1990, Discolandia editaría un disco de Ruiz en el que este compartía la autoría de las canciones con su hermano Marcel. El LP en cuestión titulaba Mi Ciudad y, a tono con los tiempos, cubría el estilo tecno rock que por entonces dominaba, junto al rock pelilargo, las preferencias radiales en los cuatro puntos cardinales del planeta. Eventualmente, los hermanos Ruiz volverían a emigrar al país del Norte y también establecerían su hogar en el Área de la Bahía (San Francisco).
La ingratitud hacia nuestros artistas en términos generales, se ha mantenido invariable a lo largo de décadas. Esa percepción que acompaña al boliviano generación tras generación, necesita de testimonios como este para que nos obliguemos a replantear esa cruda postura. Muchos audiófonos van a celebrar la conversión de esta grabación a sonido digital. Meditemos en torno a Ia certeza de que aquellos estándares de excelencia artística que buscamos fuera de nuestras fronteras, pueden alcanzarse en Bolivia. Trabajos discográficos como el de este sexteto de fugaz paso por nuestro firmamento musical, lo comprueban sin lugar a equivocación.
El "13" que Fernando utilizaba y, según lo que nos cuenta, continúa utilizando espaciadamente hoy en día, no era una mera extensión a su nombre artístico. Aunque cueste creerlo, ese número es parte del apellido de la familia. Alberto Sanjinés, el papá de Fernando, tenía una marcada debilidad por ese número y decidió no solo añadirlo al final de su nombre, sino que incluso lo legalizo. Como corolario, vale, porque es un detalle que exulta la misma originalidad y autenticidad que las de la música de un grupo que caló hondo en la fantasía del melómano boliviano.
Por Mario Eduardo Vargas